Nacido el 24 de marzo de 1809 en Madrid, Larra llegó a convertirse en
el periodista mejor pagado de España.
Tan sólo nueve años de creación le bastaron para desarrollar su obra y
pasar a formar parte de los clásicos españoles. Aunque escribió teatro y
novela, el artículo de costumbres fue sin duda su género con
mayúsculas.
Inconformista, rebelde, afrancesado y reformista,
Larra observó la España que lo rodeaba y, al contrario que otros, no
halló nada que enaltecer en una sociedad que se mantenía anclada en
costumbres y valores arcaicos.
Era una sociedad ignorante,
paralizada, maltratada por las guerras dinásticas que impedían su
modernización y por unas clases privilegiadas que miraban por sus
intereses antes que por el futuro del país y que él reflejó con una
riquísima prosa repleta de juegos de palabras.
Un periodismo de
opinión moderno, con la mirada puesta en los problemas acuciantes de
España, fue el arma con el que atacó la podredumbre moral de un país que
se encontraba en transición entre dos sistemas: el Antiguo Régimen y el
Liberalismo.
Tenía cuatro años cuando sus padres marcharon
primero a Burdeos y luego a París. El exilio de su familia -su padre fue
un médico que sirvió al Ejército francés durante la invasión
napoleónica- le sirvió para acercarse a lo que el país vecino ofrecía en
ese momento histórico y de lo que el suyo propio carecía: una
modernización vital.
El regreso del exilio tuvo lugar cuando
Larra contaba con nueve años. Entonces el francés era ya para él una
lengua que manejaba como el español. Después llegaron el latín y el
griego. El hecho de que con doce años tradujera La Ilíada de
Homero dice ya mucho de su inteligencia.
"Pensaba que el pilar
de un pueblo radica en la educación, y sobre esa idea cimenta toda su
literatura", según su descendiente Jesús Miranda de Larra, autor de Larra,
biografía de un hombre desesperado.
Creó dos revistas, "El
duende satírico del día" y "El pobrecito hablador", que le sirvieron
como plataforma para darse a conocer. Y con 20 años era ya una figura
relevante en España. Y en paralelo al éxito de su trabajo, su vida
personal se tambaleó siempre. Se casó con Josefa Wetoret y tuvo con ella
tres hijos -una de sus hijas, Baldomera, es conocida como creadora de
un fraude piramidal de los que ahora se habla tanto-. Su separación tuvo
lugar muy pronto.
Vuelva usted mañana, El castellano viejo,
Entre qué gentes estamos se encuentran entre los artículos más
conocidos de los dos centenares que escribió.
Clarín, Azorín,
Ramón Gómez de la Serna, Luis Cernuda, Buero Vallejo, Francisco
Umbral... Muchos fueron los grandes autores españoles que homenajearon a
Larra y destacaron su aportación. También lo hizo el poeta Antonio
Machado.
"Anécdotas aparte, Larra se mató porque no pudo
encontrar la España que buscaba, y cuando hubo perdido toda esperanza de
encontrarla", escribió. Con "anécdotas", Machado se refería al
tormentoso amor que Larra vivió con una mujer, Dolores Armijo, y al que
algunos atribuyen parte de la decisión de quitarse la vida.
Fue
la noche del 13 de febrero de 1837. Se había citado en su casa madrileña
con Armijo esperando una reconciliación. Ella sólo quería que le
devolviera sus cartas para cerrar definitivamente su relación y salvar
su propio matrimonio.
"El fracaso de su esfuerzo personal por
transformar su patria y la soledad de los últimos tiempos le condujeron a
la desesperanza total y decidió, por orgullo, abandonar la nave antes
que ser parte del caos", asegura su descendiente Miranda de Larra.
http://es.wikipedia.org/wiki/Mariano_Jos%C3%A9_de_Larra